De la guerra de guerrillas al triunfo electoral. El sorprendente triunfo maoísta muestra nítidamente el océano que separa las realidades del pueblo y de las élites
Los grandes derrotados han sido los partidos tradicionales: el partido comunista de Nepal, Unión Marxista-Leninista, que aquí se les conoce como los UML, y que vendrían a ocupar el espacio político de la izquierda descafeinada, y el Congreso Nepalí, los conservadores.
A nivel nacional, los maoístas han ganado ya en 119 de los 240 distritos electorales. El Congreso Nepalí y UML en 35 y 31 distritos cada uno y todavía quedan 15 distritos donde los resultados no son aún definitivos. Los maoístas están muy cerca de alcanzar la mayoría absoluta.
Ni las élites nepalíes ni la comunidad internacional en Nepal son capaces de explicar estos resultados. Las previsiones internas que manejaban los miembros de la alianza de los 7 partidos democráticos, algunas agencias de Naciones Unidas y las principales embajadas (India, EEUU y Gran Bretaña) daban a los maoístas entre un 15 y un 25% de los votos. Si los «demócratas» de Nepal, India, GB y EEUU llegan a saber de antemano que los maoístas iban a ganar de forma indiscutible estas elecciones, mucho me temo que no se hubieran celebrado.
El sorprendente triunfo maoísta muestra nítidamente el océano que separa las realidades del pueblo y las élites, locales e internacionales, que conviven, si bien a cierta distancia, en Nepal. Los medios locales se apresuran a dar explicaciones ex-post de lo sucedido. Unos niegan la mayor y afirman que la victoria maoísta se debe, fundamentalmente, a las tácticas intimidatorias practicadas por las juventudes maoístas contra candidatos y electores. Si bien es cierto que se han documentado muchos casos de este tipo, difícilmente estos casos pueden explicar ni el 10% de los votos obtenidos. Las diversas organizaciones internacionales que han monitoreado estos comicios han declarado que las elecciones han sido justas y libres en la mayoría de los colegios electorales.
Los grandes derrotados han sido los partidos tradicionales: el partido comunista de Nepal, Unión Marxista-Leninista, que aquí se les conoce como los UML, y que vendrían a ocupar el espacio político de la izquierda descafeinada, y el Congreso Nepalí, los conservadores.
A nivel nacional, los maoístas han ganado ya en 119 de los 240 distritos electorales. El Congreso Nepalí y UML en 35 y 31 distritos cada uno y todavía quedan 15 distritos donde los resultados no son aún definitivos. Los maoístas están muy cerca de alcanzar la mayoría absoluta.
Ni las élites nepalíes ni la comunidad internacional en Nepal son capaces de explicar estos resultados. Las previsiones internas que manejaban los miembros de la alianza de los 7 partidos democráticos, algunas agencias de Naciones Unidas y las principales embajadas (India, EEUU y Gran Bretaña) daban a los maoístas entre un 15 y un 25% de los votos. Si los «demócratas» de Nepal, India, GB y EEUU llegan a saber de antemano que los maoístas iban a ganar de forma indiscutible estas elecciones, mucho me temo que no se hubieran celebrado.
El sorprendente triunfo maoísta muestra nítidamente el océano que separa las realidades del pueblo y las élites, locales e internacionales, que conviven, si bien a cierta distancia, en Nepal. Los medios locales se apresuran a dar explicaciones ex-post de lo sucedido. Unos niegan la mayor y afirman que la victoria maoísta se debe, fundamentalmente, a las tácticas intimidatorias practicadas por las juventudes maoístas contra candidatos y electores. Si bien es cierto que se han documentado muchos casos de este tipo, difícilmente estos casos pueden explicar ni el 10% de los votos obtenidos. Las diversas organizaciones internacionales que han monitoreado estos comicios han declarado que las elecciones han sido justas y libres en la mayoría de los colegios electorales.
Otros analistas políticos locales reconocen el triunfo maoísta y, acto seguido, concluyen que el pueblo, con su voto, demanda paz y desarrollo. Otra de esas verdades a medias que esconde otra demanda, una demanda que quizás sea más difícil de digerir por las élites locales e internacionales: que los frutos del desarrollo les lleguen también a ellos (que ya está bien; que no se cuántos años llevamos de «desarrollo», de la comunidad internacional tirando billones de dólares en Nepal y nosotros no hemos visto ni una rupia; que ya está bien de que os quedéis con todo, vosotros, vuestros afno-manches -clanes, en nepalí- y vuestros socios occidentales).
No hay más que analizar la contundente derrota del clan del primer ministro G.P Koirala. Su hija, Sujata, y su sobrino, Sekhar Koirala, perdieron ambos contra los candidatos de un partido madesh. Otros dos sobrinos de Koirala, Ashok y Mahesh, también perdieron en sus respectivos distritos electorales. Sólo uno de sus familiares, Sashank, el hijo de su hermano, ha ganado en su distrito electoral. La familia Koirala representa, mejor que ninguna, la estructura clánica de la sociedad nepalí. Son estos clanes, y no las ideologías asociadas a cada clan, los que mejor explican los resultados electorales.
Los ganadores en estas elecciones no son sólo los maoístas sino también un partido desconocido hasta ahora: el Forum por los Derechos del Pueblo Madesh. Presentándose únicamente en el Sur, han ganado en 24 distritos electorales. Este partido, al igual que los maoístas y a diferencia del otro partido madesh, el partido Terai Madesh loktantric (que sólo ha ganado en 7 distritos) tenía, entre sus candidatos, nepalíes de castas bajas, algunos intocables, que no pertenecen a ninguno de los clanes que tradicionalmente han gobernado Nepal. Los nepalíes en el Sur y en el resto del país han optado por partidos que desafían los clanes políticos tradicionales.
Los Nepalíes han votado contra la tradicional y corrupta clase política nepalí. Es decir, contra los clanes de las castas altas que tradicionalmente han copado las ejecutivas de los partidos políticos y, por tanto, contra los clanes que monopolizan, con su nepotismo, todos los órganos del Estado. Los nepalíes han votado por una nueva generación de líderes; que no vienen de la capital ni son necesariamente brahmanes o que, por lo menos, no pertenecen a los clanes de brahmanes y chettris que han gobernado Nepal desde los años 90.
Desde Occidente se tiende a sobredimensionar la cuestión ideológica. Este es un voto prestado a los maoístas. O los clanes que conforman el movimiento maoísta son capaces de hacer realidad sus promesas electorales, sobre todo la reforma agraria, o el futuro les deparara la misma suerte que a los clanes políticos que les precedieron. Nepal quiere los frutos del desarrollo, los quiere mejor repartidos y los quiere ya. Nepal ha votado contra los clanes que, durante décadas, han sido incapaces de mejorar las condiciones de vida inmediatas de los nepalíes y han votado, por tanto, por nuevos clanes con la esperanza de que estos sí sean capaces de mejorar sus condiciones de vida.
Los nepalíes no saben de maoístas o leninistas, no saben de democracias, monarquías o repúblicas. Saben de cosas tangibles, saben de sus realidades sociales (el sistema de castas, los clanes) y saben y entienden lo que es parir en una cuadra sola, no tener tierra donde plantar arroz, no tener trabajo, educación o atención medica básica, y saben lo humillante que es no tener algo extra para poder hacer las ofrendas a sus dioses y para tomarse sus vasos de vino de arroz durante los abundantes festivales religiosos. ¿Lo demás? Patochadas de las élites nacionales e internacionales.
* Sergio Hoyos. Residente en Nepal desde 2005
Diario Gara
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